Rosa Madera y Alejandra Valdés: ¡Es inversion!, no caridad

El Compromiso País firmado por el Presidente Piñera es una buena noticia para la filantropía en Chile, ya que pone el énfasis en el trabajo colectivo para lograr impacto en la sociedad.

Junto a diez mujeres chilenas tuvimos el privilegio de vivir “Fostering Philantropy and Investing for Impact”, un viaje organizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, a través de su embajada en Chile. Se trata del principal programa de intercambio profesional que ellos realizan mundialmente, denominado Programa de Liderazgos para visitantes internacionales, y su objetivo es ayudar a que diversos temas crezcan y se posicionen en base a la experiencia de ellos. En el caso de la filantropía, el objetivo fue conocer e incorporar en su narrativa  los objetivos de desarrollo sustentable, más conocidos como ODS.

 

Hay varias reflexiones que compartir: el camino recorrido por Estados Unidos desde Benjamín Franklin y John D. Rockefeller, junto a una cultura que desde sus bases educa en donar para cambiar la sociedad y disminuir los diferentes problemas sociales, sumados a los expeditos beneficios tributarios, llevan a preguntarse qué es mejor para el desarrollo de la filantropía en un país: que el Estado se haga cargo de todo o que dé espacios al mundo privado para hacer sus propios aportes, ya sean con tiempo, con dinero o con trabajo.

 

Aterrizamos de vuelta en Chile precisamente la semana en que el gobierno lanzó Compromiso País, un programa en el cual entregó a los privados, públicos y del tercer sector 16 desafíos muy importantes para Chile, “provocando” la articulación y el trabajo conjunto entre autoridades, empresarios, fundaciones, y otros. Una iniciativa esperanzadora que además coincidió con ejemplos que pudimos conocer en Estados Unidos, y cuyo proceso y efecto se conoce como “collective impact”. Es el caso de FSG, una ONG norteamericana con 20 años de experiencia guiando empresas y fundaciones líderes en el conocimiento profundo de cómo crear impacto social. Lo más significativo es la mirada sistémica que le imprimen a los casos. No persiguen solucionar rápidamente los problemas sociales, sino profundamente. Es decir, desde sus raíces y tomando en cuenta los más diversos factores que la impactan; una visión integral e integrada, con una participación del estado y de los privados, y con un ente ejecutor que haga de columna vertebral y asegure el proceso. Ese “backbone” debe ser neutral, creíble, ejecutivo y saber priorizar… no necesita ser un técnico, sino un gran relacionador, un sólido puente y un eficiente ejecutor.

 

El cambio social a gran escala requiere de una amplia coordinación multisectorial y eso parte por dar el salto cultural y considerar la filantropía no como caridad, sino como una inversión social estratégica. Una distinción que hizo ya en 1861 Concepción Arenal; si se puede hablar de filantropía contemporánea, quizás es momento de ir más lejos, y buscar convertirse en un agente de transformación permanente, donde vale tanto el tiempo, como el trabajo y el dinero que se invierte.

 

Chile tiene todo para una filantropía sólida si además consideramos los ODS, que se inspiran en la frase “sin dejar a nadie atrás”. Esto habla de los valores, pero también del desafío. Tenemos además una gran capacidad para mover capital social y financiero, conocimiento y recursos. Debemos pensar en todo lo que es posible cuando dirigimos toda nuestra atención e intención, con honestidad y coraje, colaboración y sistema…a un objetivo común.

 

Link de prensa:

https://ellibero.cl/opinion/rosa-madera-y-alejandra-valdes-es-inversion-no-caridad/